Por Sumaya Francisca Rodríguez Matías, MA.
A propósito de la reciente conmemoración del 161 aniversario de la Restauración de la República Dominicana, cada día 16 de agosto, a continuación, comparto mis reflexiones sobre el término restauración, la cual viene del verbo restaurar, que según la RAE significa ¨volver a su primer estado¨, vista dicha definición -extiendo la idea de restauración hacia la Familia.
Es que esa institución de oro y fundamental, que compone la sociedad, no puede seguir siendo afectada por los efectos de noticias violentas que acontecen en su entorno o entre sus miembros, lo cual nos deja el convencimiento respecto a volver con urgencia al estado original de ese importante núcleo sanguíneo y afectivo, procurando el cumplimiento vital en su función real.
La realidad nos muestra la familia desafiada, desde su origen, composición, misión o propósito; situación demostrativa respecto a cómo deben relacionarse correctamente sus miembros. Es pertinente recordar a Dios, habiendo diseñado su plan para las relaciones de parejas, plasmado en las primeras páginas del Génesis, siendo Jesús, el primer referenciador y motivador con relación a restaurar la verdadera intención del matrimonio y la familia, pues cuando le preguntaron sobre el tema del matrimonio, nos invitó a volver la mirada hacia ese bosquejo suyo, ejemplo recomendado para construir esa estirpe institucional, forjando una buena sociedad -con ella como base-
Nuestra subregión y todo el país evidencian las influencias de un mundo globalizado e interconectado, donde hasta la criminalidad es organizada y transnacional. Sin embargo, la familia permanece mayoritariamente atacada en su misión institucional, queriéndola desnaturalizar, a partir de anterior papel -nido de amor y protección, hacia casos, de violencia y muerte, lo cual requiere la atención de todos.
Reparemos y renovemos esta casta zapata de nuestro mundo revisando las creencias y los modelos actuales sobre la afectividad conyugal, moldeando la estructura de esas uniones. Es decir, mejorar los tipos de matrimonios y modelos de ¨familias, que han ido creando o imitando formatos que no están acordes al mandato original.
La herencia para dejar a nuestros descendientes nos urge educar y empoderar sobre la misión de la familia, su papel en el cuidado y defensa de la vida, en la formación de las personas, enseñanzas y vivencia de los valores, como son: el amor, trabajo, respeto, la dignidad, libertad, fe, entre otros. Entendamos y asumamos los padres en su perfil de primeros modelos – educadores de los hijos, induciéndoles habilidades fomentadoras de la comunicación y el diálogo. De la misma manera, hay que aprender a ceder, esperar, reconciliarse, y amar. En suma, la familia de hoy debe centrarse en entrenar a sus miembros en resolver los conflictos que surjan con esas herramientas y no con la violencia.
Ahora es el momento, de observar las consecuencias que afectan a la familia, evaluando sus tipos de relaciones, para erradicar la intimidación, golpes físicos -emocionales y sus causas; esto es posible repensando las variedades de uniones existentes en cada espacio geográfico y habitacional. En fin, el llamado es retomar la misión encomendada por Dios, de amarse, generar y custodiar la vida, formar personas, que sientan sentido de pertenencia y ayuda mutua entre unos a otros hijos /as de papá y mamá. De igual forma, sugerimos asumir la convicción de lograr familias buenas, trabajando para instaurar valores espirituales de forma primordial.
En estos tiempos de inteligencia artificial, ciber trabajo, migraciones económicas y busca de otros horizontes, l familia no puede desaparecer y para cristalizar esa meta es necesario dar reversa hacia al plan inicial, donde el yo y el tú desparezcan, para formar un nosotros. En síntesis, más que lamentar los casos de hijos contra padres y viceversa, el desarraigo que destruye a esta célula social imprescindible. Estamos en el deber de tomar acción, buscando que no sean repetidos los casos más recientes que han lacerado la familia dominicana y a la ciudadanía en su conjunto.
En conclusión, el fin de los esposos debe ser amarse, comprenderse y respetarse recíprocamente. Los padres y madres están para amar y propiciar el desarrollo social, físico y espiritual de sus de sus sucesores; educándoles y protegiéndoles de cualquier tipo de agresión, mientras, a la vez de dar reversa al origen que es -EL AMOR REAL-. ¿Tú, estás asumiendo tu cuota de aporte para fortalecer la familia?
Autora Sumaya Francisca Rodríguez Matías.
Abogada- Fiscal titular del distrito judicial Santiago
Rodríguez… sobre todo, SER HUMANO